El Madrid ganó al Levante con dos penaltis. El equipo de Solari quedo reducido a Vinicius. Bale no celebró su gol.
Si el VAR está entre el dolor de corazón y el propósito de enmienda, conviene que insista. El Madrid ganó en un mal partido con un penalti imaginado. El contacto de Doukouré con Casemiro fue aún más leve que ese roce de dedos de Rulli al balón antes de atropellar a Vinicius que llevó a Florentino a turbar la paz de Rubiales. Errores así desvirtúan el invento. En limpio sólo sacó el Madrid la persistencia de Vinicius, increíblemente su mejor activo. Y el Levante se marchó encendido ante la doble injusticia: la arbitral y la del marcador.
El equipo de Solari actúa frecuentemente como un perfecto desconocedor del campeonato, donde, afortunadamente, ya no hay marías. Se lo recordó un Levante trabajador, pegajoso, presionante y afilado. Un equipo con una misión, que se alargó mucho por la banda de Simon, lateral atrevidísimo; que se agrupó bien en torno a Campaña y que arriba tuvo a Morales como jefe de pista. Un jugador con velocidad y hambre, pero también con oficio para caldear la función.
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